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diumenge, 26 de maig del 2013

NUNCA SEREMOS PERFECTOS

CAPÍTULO 1- Simplemente decirlo- Melanie


Caminar por los pasillos, a veces, es una tarea difícil y exageradamente tediosa. Sólo hace falta ver a los canis en sus días más locos: bestias que gritan, se lanzan sobre la gente, tiran de los pelos y, en el peor de los casos, te paran y empiezan a preguntarte cosas raras que mejor no explicar. Hoy, al subir las escaleras voy directamente hacia mi taquilla, sin mirar atrás, porque ya sé quién hay allí y no me apetece tener que ignorarlo de nuevo por ponerme roja como un tomate cada vez que lo veo. Y ahí descubro el alboroto. Para suerte mía, mi taquilla está en una esquina y no tengo que adentrarme en la multitud. Y menos mal, porque mientras me coloco bien la mochila en la espalda i, pegada a la pared, intento andar hasta mi clase, consigo vislumbrar a una persona alta en posición horizontal encima de las cabezas de los niños de primero. ¡Vaya suerte la nuestra! Y, justo cuando me voy a reír un poco por lo bajo, aparece él. Ni siquiera sé cómo me ha adelantado con tanta rapidez y ha conseguido abrir su taquilla e ir a su clase antes que yo. Pero en este momento no pienso en eso, sólo en sus ojos. Los miro fijamente sin poder pronunciar palabra. Él se da cuenta de mi presencia y me mira también. Noto como el calor sube por mi cara y me hace parecer estúpida. Pero no aparto la mirada. Mi corazón late como jamás había latido, con una intensidad que incluso me preocupa.  Y él también me mira. Y, si no fuera por los gritos de los demás, incluso hubiese podido escuchar también su corazón. Porque estoy segura de que su corazón late a la misma velocidad que el mío, incluso puede que más rápido. Y es entonces cuando pasa, cuando nuestros hombros se rozan, él habla.
-          Hola.- me saluda con una voz desesperadamente trivial.
Sin embargo, aunque eso era lo que nos habíamos prometido el viernes pasado por Facebook, no consigo saludarlo. Las palabras no consiguen salir por mi boca y su imagen se desvanece antes de que pueda cumplir mi parte de la promesa. En un segundo, que para mí ha sido eterno, creo que todo ha cambiado. Ya se debe haber cansado después de estar prometiéndonos semana tras semana, durante un mes, lo mismo y no cumplirlo ninguno de los dos. Y, cuando al fin él lo hace, yo me echo atrás como si no quisiera saber nada de él.
Camino con la cabeza gacha hasta mi clase, intentando ignorar los gritos y frases tontas que los canis y las chonis sueltan por su boca. Entro en clase y allí me encuentro con Amanda, la única de mis amigas que ha llegado de coger su mochila de la taquilla.
-          Hola.- digo intentando que la tristeza no se mezcle con mi voz.
Sin embargo, eso no ha sido posible.
-          ¿Qué te pasa? Pareces triste.- Y en ese momento empieza a escudriñarme el rostro sin disimulo.
-          ¿Triste? Pues no sé, no me ha pasado nada.- Miento, sonriendo.
-          Eres rara libro con patas.- suelta, de broma, para romper el hielo.
-          No soy rara, soy diferente, soy especial.- le contesto, con una sonrisa de superioridad fingida, porque la verdad es que no me siento más especial que ella ni que cualquier otra persona.
Las dos reímos ante nuestra conversación. Me hace gracia que me llame libro con patas. Ella dice que hablo con el vocabulario que se utiliza en los libros, y no sería de extrañar, pues algún día me gustaría llegar a ser escritora, así que escribo bastante en mis ratos libres. Y, resulta que el lenguaje que utilizo en mis escritos se está empezando a mezclar con la vida real. En ese momento llega Mar con Maia. No obstante, cuando me acerco a ellas para hablar llega el profesor de naturales. Me siento en mi silla y miro hacia la puerta de atrás de la clase que tiene una parte de cristal. Todavía quedan personas que pasean por los pasillos, aunque poco tardarán en desaparecer por completo. Cuando voy a volver a girar la cabeza para mirar al profesor, alguien pasa cerca de esa puerta que me llama la atención.  Allí está. Él. Nuestras miradas se cruzan. La mía sorprendida, la suya triste y decepcionada. Permanece allí dos segundos y después se vuelve a ir, negando con la cabeza para sí mismo. Pero esta vez no puedo dejarlo escapar.
-          Profesor, ¿puedo ir un momento al lavabo?- le pregunto con un falso toque de desesperación.
-          ¿Es que no has ido a la hora del recreo?- me recrimina con los ojos entrecerrados.
-          No, pero es una urgencia.- lo miro, apurada.
-          De acuerdo, pero rápido.- Y al final cede.

Y salgo de la clase en busca de esa persona con la intención de no perderla nunca más.

2 comentaris:

  1. Hola!! Primero deciros que gracias por leer este capítulo. Si quereis podeis dejar un comentario con vuestra opinión o participar en las encuestas. Si os a gustado lo que habeis leido podeis seguirme en mi twitter: @JRobSomnium. Muchísimas gracias! ;)

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  2. Me ha gustado mucho, a ver como continua :)

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